Para una gran mayoría de los seres humanos, nuestra forma de hablar es inocente a la hora de comunicarnos con los demás; no somos conscientes del impacto que las palabras tienen en nuestras formas de pensar ni del impacto que provocamos en los demás.
En nuestra vida cotidiana utilizamos el lenguaje de manera casi inconsciente y no nos percatamos de que nuestro hablar da cuenta de nuestra forma de pensar, de nuestra manera de observar la realidad y en definitiva, define en gran medida la manera en que nos paramos frente a la vida, la forma en que manejamos nuestra emociones, nuestros estados de ánimo y quizás lo más relevante, la manera en que logramos bienestar, plenitud y finalmente nuestros resultados.
El oído entrenado es capaz de descubrir en el hablar de los demás y en el propio, ciertas “programaciones” mentales que nos sitúan en espacios de mayor o menor libertad, de victimismo o protagonismo, de angustia o felicidad, de bienestar o sufrimiento, positivismo o negativismo es decir, es capaz de develar con la precisión de un scanner los filtros y seteos mentales que han moldeado nuestro pensar para vivir la vida que cada uno vive.
De esta forma podemos descubrir por ejemplo, cuando una persona transita por la vida con un estado de angustia, sufrimiento y sacrificio al escuchar expresiones como “la vida es dura”, “en la vida yo me sacrifico por mis hijos”, “lo único que quiero es que sean más que yo”, “en la vida hay que luchar para salir adelante”, “la vida nos es fácil”, en fin, la lista es larga.
Podemos también descubrir sufrimiento y falta de abundancia frente a frases como “el dinero así como llega se va”, “la plata no me la regalan”, “el dinero es sucio”, “la ambición rompe el saco”.
De la misma forma, podemos darnos cuenta de vivir desde espacios de victimización cuando nuestro hablar indica de que nuestra vida no esta bajo nuestro control, “mira lo que me pasó”, “así es la vida”, “las circunstancias jugaron en contra”, “mira como me tienes”, “me hieres con tus palabras”, “y las cosas no se dieron”.
Cada una de estas expresiones refleja una determinada forma de vivir en el planeta, de relacionarse con la vida y con los demás seres humanos y, lo más dramático de esto, es que vamos sin darnos cuenta, traspasando a nuestros hijos estos seteos mentales y formas de ver el mundo determinando también en ellos, sus formas de entender el mundo y ayudando a tejer la compleja red de estímulos que determinará el cómo les irá finalmente en la vida.
Les invitamos finalmente a ver en el video que adjuntamos al inicio de este post, en donde con el aporte de nuestro actor y coach Nicolás Bastías, entrevistamos a un personaje imaginario pero quizás presente en muchos lugares de este planeta; Salinas, un hijo de la amargura, de la victimización y de la mala suerte; aquel personaje que nos muestra quien no debemos ser pues, tener los seteos mentales que aquel personaje muestra con su hablar, deja entrever una vida de pesar, sufrimiento y desesperanza, espacios en los cuales me imagino, ninguno de nosotros desea estar.
Feliz semana y mucha conciencia respeto de cómo nos hablamos y de lo que decimos.