Vivimos en una época de restricciones. La incertidumbre político económica, la crisis de confianza, el bajo precio de los minerales y el escenario mundial han redundado en la mezcla perfecta para que nuestras compañías transiten por el camino de los ajustes.
La lógica de los presupuestos nos lleva a priorizar y a ir recortando aquello que “no es necesario para la operación”. Es en este proceso en donde queda al descubierto la coherencia (o incoherencia) de las compañías al poner en los primeros lugares de la lista de recortes los “gastos en temas que se relacionan con las personas, su desarrollo, su entrenamiento o sencillamente su bienestar». Desaparecen de la prioridad estos ítems y quedarán por lo tanto para “mejores tiempos”.
Y es que la lógica de la elaboración de los presupuestos de las áreas de Recursos Humanos se sustenta en los datos estadísticos, la recuperación vía Sence o sencillamente, por criterios que no obedecen en forma alguna a la mirada estratégica de la inversión en las personas, considerando la entrega de valor que cada ser humano puede generar para el logro de los objetivos de la empresa, particularmente en períodos de crisis.
Lo que normalmente ocurre es que las áreas operativas intuyen una necesidad en sus áreas, consultan a Recursos Humanos si les queda presupuesto y les piden que les ayude a concebir “una actividad de tecnologías blandas” que ayude a “mejorar el ambiente”. Algo similar ocurre con los programas formativos para jefaturas en donde se busca “las últimas tendencias” y se elaboran costosos programas a veces con consultoras extranjeras (bajo el paradigma de que son mejores), quedando finalmente con la sensación de haber cumplido un KPI pero de no haber generado un impacto relevante en las áreas intervenidas ni menos en los procesos involucrados. Lo anterior no pocas veces reforzado por la elección de consultoras con profesionales con poco o a veces nada de experiencia en dirección de procesos humanos, cuando se busca y se contrata bajo el paradigma del precio.
Hoy, en períodos de restricción y frente a la ingenua consulta de las áreas operativas hacia Recursos Humanos, la respuesta obligada es “no tenemos presupuesto” y muy pocas veces opera el paradigma de “invertir en personas para aumentar en productividad, en ventas y por lo tanto en los resultados” lo que no tiene que ver con tener o no, un presupuesto.
Es por lo anterior que se hace cada vez más indispensable “ser capaz de medir el aumento de productividad, el ahorro de costos y la mejora en los resultados” de cualquier intervención en personas que hagamos en nuestras organizaciones, y por lo tanto el “gasto” en algún proceso consultivo o de entrenamiento debe contener indicadores que nos permitan visibilizar el real aporte estratégico de una intervención en términos de su rentabilidad es decir, cuando nos costó versus cuanto nos generó.
De esta forma podremos ir transitando hacia la idea de que las intervenciones en personas, ya sea a través de Entrenamientos o Coaching pueden transformarse en algo vital y crucial para el éxito de los procesos productivos y para el logro de los planes de gestión en períodos en los cuales se percibe cada día más difícil llegar a las metas.
El cambio de foco implica dejar de mirar la producción, la seguridad, las ventas y los costos como procesos puramente duros y entender que, son las personas las determinantes para cumplir con éxito nuestros cometidos y por lo tanto bastará tocar las teclas precisas de las mal denominadas “tecnologías blandas” para gatillar catalizadores poderosos que nos permitirán cumplir con los mandatos de los Directorios de las compañías que nos acogen.
La invitación es a mirar el Entrenamiento y el Coaching con personas como una inversión con retorno, más que un gasto que finalmente depende de si tenemos o no presupuesto. Además, esto nos permitirá ser coherentes con aquello que tanto proclamamos: “las personas son lo más importante”.
Y por supuesto, a contratar a los mejores!
Feliz semana en donde ya comenzamos tibiamente a acariciar la Primavera.