El que los seres humanos busquemos la aprobación de los demás no es novedad. Nuestras carencias y precariedades se desatan durante nuestra vida con mayor o menor intensidad dependiendo de nuestra propia historia. En efecto, buscamos permanentemente la aprobación de nuestras parejas, de nuestros hijos y finalmente, de nuestros jefes y colaboradores en nuestro ambiente laboral. Sin embargo, esta aparente inocente necesidad humana, puede generar más de algún inconveniente a la hora de interactuar con equipos y personas.
Cuando buscamos constantemente la aprobación de los demás, compartimos nuestras ideas con la intención de ser aceptados apreciados o populares y rara vez con la intención de solicitar un escrutinio parcial y minucioso de nuestras ideas.
Al interactuar en un equipo de trabajo, estamos tan inmersos en el deseo de ser aceptados que si la idea es acogida, lo interpretamos como una aceptación personal y si es rechazada, nos sentimos rechazados como personas.
¿Cuáles son las desventajas de esta desesperada actitud?
En primer lugar nos cuesta muchísimo verlo. Requiere de un ego absolutamente dominado el abordarlo pues, son patrones primarios que normalmente vienen desde nuestra infancia.
Nos subordinamos a las ideas del resto por miedo a perder el afecto de los demás.
Al escuchar lo hacemos para responder y no para entender. Mientras escuchamos mantenemos diálogos internos para elaborar respuestas que descalifiquen los argumentos del otro.
No recibimos críticas para enriquecer nuestras ideas. Nos sentimos heridos frente a las críticas y las consideramos destructivas.
Repetimos los mismos errores con la consiguiente pérdida de productividad y efectividad.
Dejamos de poner foco nuestros objetivos y en resolver los temas y nos centramos en las personas y sus posiciones.
Y lo mas relevante, afectamos la productividad del equipo.