[text_box type=»quote»]Cuando utilizamos la palabra “accidente”, nuestro inconsciente asume que es un hecho fortuito, por lo tanto, no hay responsables, aunque en realidad siempre los haya, pues hasta las condiciones inseguras son generadas por personas.[/text_box]
En el mundo de las faenas riesgosas, y particularmente en la minería, es de uso común la palabra “accidente”, un término que puede resultar letal a la hora de gestionar nuestros temas de seguridad.
Cuando utilizamos la palabra “accidente”, nuestro inconsciente asume que es un hecho fortuito, por lo tanto, no hay responsables, aunque en realidad siempre los haya, pues hasta las condiciones inseguras son generadas por personas.
Tuve la oportunidad, hace algunos años, de trabajar con algunos equipos de fútbol para empoderarlos mentalmente y “programarlos” para el triunfo en sus desafíos deportivos. La experiencia, además de ser exitosa, fue apasionante, ya que cuando se debe conseguir un resultado en un tiempo corto, queda de manifiesto y de manera nítida la importancia del lenguaje en nuestro quehacer. Recuerdo la notable pregunta que instalábamos en nuestras reflexiones de camarín: ¿a los jugadores de básquetbol se les paga por tirar o por encestar? Y a nosotros, ¿se nos paga por jugar lo mejor posible o por ganar? Llevado al ámbito de los accidentes, ¿se nos paga por prevenir o por instalar conductas seguras?
En esa línea recuerdo haber reflexionado muchísimo en torno a la palabra “jugador”. Claro, cuando uno utiliza la palabra jugar, nuestro inconsciente asume que dado que se juega, se puede ganar o se puede perder; está dentro de las posibilidades. En nuestras experiencias con aquellos equipos, comenzamos a utilizar la palabra “ganadores” en vez de jugadores e instalábamos la poderosa idea de que el objetivo era ganar, no solo jugar, ni siquiera atacar o defender, sino simplemente ganar.
Algunas señales que pueden ayudarnos a diagnosticar si estamos inmersos en las fatales trampas de lenguaje que nos llevan a los lamentables escenarios de accidentabilidad: La existencia de reuniones de Producción y de Seguridad por separado; ello indica que la seguridad es solo una tarea y no un valor que está presente en toda nuestra operación.
Jefaturas que creen que su verdadero trabajo está en revisar correos electrónicos y permanecer en sus cubículos frente a sus ordenadores alejados del terreno, que creen que lo relevante es llevar estadísticas con respecto a los índices de frecuencia, sin visibilizar las inmensas falencias de liderazgo en terreno. Jefaturas de terreno que actúan con arrogancia, desconociendo la inmensa experiencia de los “viejitos” que están en la operación. Lejanía y poca escucha.
Áreas de prevención de riesgos preocupadas de burocratizar la gestión de riesgos más que de entrenar en terreno y facilitar la cercanía de las jefaturas directas con su gente. Jefes que asumen que la responsabilidad en estos temas es de prevención de riesgos.
Áreas de recursos humanos absolutamente desconectadas de estos desafíos y administrando programas de tienen escaso aporte a la hora de formar líderes de terreno de verdad.
Organizaciones que asumen, finalmente, que los accidentes son accidentales y que frente a uno fatal solo queda lamentar, investigar, quizás sancionar; pero pocas veces reinventar las formas en que miramos estos temas.