En el mundo de la minería existe el concepto de “bailarín. Aquel trabajador que por congraciarse con su jefatura, se muestra, se hace notar, a todo dice que si, y finalmente pone su foco en mantener cómodo y satisfecho a su jefe mas que cumplir con su trabajo. Por supuesto este tipo de personaje, presente transversalmente en todas las industrias, se ha ganado la crítica y el repudio de sus compañeros quienes observan con impotencia, como estos verdaderos maestros en el arte de danzar finalmente son premiados, reconocidos y muchas veces promovidos injustamente.
Este fenómeno tan humano obedece por una parte a nuestra inmensa necesidad de ser reconocido y de alguna forma considerado por los estratos “superiores” de una organización, y por otra, por el placer que significa para un jefe, tener empleados que les “bailen” y por lo tanto se sometan a ellos. Esta curiosa conducta puede llegar a transformarse en una verdadera amenaza cuando los “bailarines” ostentan alguna posición directiva pues, en estos niveles se manejan decisiones tácticas o estratégicas que pueden tener un impacto relevante en los resultados de una compañía. En este intento de agradar al superior, se pierde el foco en lo que es realmente importante para el negocio y por lo tanto las decisiones que se toman no siempre son las mas rentables para los propósitos de la organización puesto que están tomadas pensando en agradar al jefe y no hacer mas productivo el negocio.
Estos “bailarines de alto rango” son los que en reuniones opinan con el propósito de aparecer inteligentes y analíticos mas que con el objetivo de aportar. Son verdaderos “yes man”; no se atreven a confrontar por el inmenso temor a perder el status ganado, el reconocimiento y por ultimo, su trabajo. Se muestran siempre solícitos a la hora de complacer al superior y pierden de vista la responsabilidad que tienen con sus subordinados.
En las conversaciones con sus subalternos suelen referirse a sus jefes por sus nombres de pila como soslayando la idea de “mucha cercanía con el superior”; practican la arrogancia con su gente y el servilismo con sus jefaturas. Suelen sentirse superiores y no escuchan. Lo paradojal es que tampoco escuchan a sus jefes pues su consigna interna es “alinearme con mi jefe, reconocer su sabiduría y encontrarle siempre la razón.
Este tipo de personajes los podemos encontrar en diversos tipos de organizaciones, incluyendo el mundo político en donde con mucho peligro, se pierde fácilmente el foco que importa el cual es servir a quienes les entregaron sus votos y por lo general sus posiciones son caracterizadas por lo que “el jefe (o la jefa) piensa”
El desafío y la invitación es a reenfocar a estos danzantes errantes, orientarlos a lo realmente importante en sus trabajos y demostrarles que su verdadera labor es hacer los negocios productivos y rentables y que se deben a su gente, a sus clientes y a sus votantes porque con ellos y gracias a ellos lograrán sus propósitos los cuales normalmente no son “servir a mi jefe”
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