Uno de los valores que más nos cuesta llevar a la práctica en las organizaciones es el llamado accountability o el hacerse cargo de los resultados que uno obtiene. Este valor es particularmente relevante cuando se nos mide por el logro de objetivos. La trampa pareciera estar en que finalmente hacemos reporte de nuestras actividades, pero no nos hacemos cargo de los resultados.
Veamos algunos simples ejemplos:
[column grid=»9″ offset=»0″ text_center=»false»]Actividades
– Llamé varias veces al cliente, pero no lo encontré.
– Construí el informe y agregué lo solicitado.
– Todos los días hago la reunión de seguridad.
– He llamado y enviado mails.
– Hice la evaluación del proyecto.
– Se lo he dicho en todos lo tonos.[/column]
[column grid=»7″ offset=»0″ text_center=»false»] Resultados
– Hice la venta.
– Logré la aprobación del comité.
– Logré bajar el índice de frecuencia.
– Logré el contacto.
– Logré que el proyecto sea aprobado
– Logré que me entendiese[/column][clearfix][/clearfix]
Cuando los equipos de trabajo comienzan a reportar actividades y no resultados, se alejan de los estándares de productividad que se espera del equipo, pues se producen los siguientes fenómenos:
– Se pierde foco de los resultados y por lo tanto se pierde efectividad.
– Se instalan conversaciones de víctimas y no de protagonistas.
– Se echa mano a las excusas; se escuchan frases que empiezan con los clásicos “es que”, o ”lo que pasa…”.
– Baja la conectividad del equipo y por lo tanto la productividad.
– Baja la ganancia del equipo.
Finalmente, no sirve mucho reportar actividades que no han aportado al logro de los objetivos pues en definitiva, solo deja al descubierto nuestra incompetencia al realizar cosas que no han impactado a los resultados.
Si lo que está haciendo no funciona, haga algo distinto; esto en nuestra vida laboral y también en la personal.