Sin duda que las expresiones vertidas por el presidente ejecutivo de Codelco hace algunos días, calaron hondo en el sentir nacional. Sin embargo, este “lenguajear” del ejecutivo de la corporación, da cuenta de un “estado de las cosas” al interior de la empresa que es terreno fértil para las viejas y anquilosadas prácticas Taylorianas de “poner presión” para cumplir con las metas de producción sin consideración al costo humano que esto pueda significar.
Son tiempos complejos, de apretura en donde la “grasa organizacional” comienza a salir a borbotones y la urgencia por disminuir costos es abrumadora. El paradigma probablemente inconsciente, es que esta disminución ocurre a propósito de las personas. Debemos ajustar dotación y presionar para que la producción se cumpla, aunque muchas veces sea a costa de la seguridad y la vida de las personas.
Lo curioso es que en la agenda de desarrollo de una compañía como esta, se cuentan innumerables ejercicios de Coaching, talleres ejecutivos y a supervisores, carísimas asesorías develando visiones y valores como la seguridad o el respeto y que curiosamente, a la hora de la verdad, se pasan a llevar sin titubeos en pos de la tan anhelada productividad.
Y es que esos ejercicios no han pasado de ser meros trámites intelectuales que finalmente no han calado hondo en el corazón de directivos y supervisores. Llegaron los tiempos difíciles y es preciso ser productivos y la forma en que sabemos hacerlo, es a través de elocuentes muestras de anti liderazgo es decir, haciendo exactamente lo contrario que muchos han estampado a fuego en cientos de documentos. Pareciera ser que el pensamiento inconsciente es: “pongámonos serios y ya habrán tiempos mejores para que los séquitos de psicólogos enclavados en las áreas de recursos humanos, planeen sus ejercicios intelectuales. Hoy lo relevante es la productividad”.
Esto denota además, el real convencimiento que muchos de estos “líderes” tienen por aquello que denominan “tecnologías blandas”. Hoy lo que importan son los datos duros y el hecho es que “no hay un puto peso”.
Hace algunos años dirigí al alero de mi consultora, una investigación en la cual revelábamos con nitidez, el efecto de la presión agobiante, de la incertidumbre, de la desmotivación y de la rabia contenida, en los índices de accidentabilidad en una faena de alto riesgo. Expuse sus resultados en un Congreso de Recursos Humanos ligado a la Minería en donde ejecutivos del área concordaban con las conclusiones vertidas pero a la vez, lamentaban la ausencia de los “viejos de la operación”, aquellos que lideran a a sus trabajadores en terreno, aquellos que presionan de forma desmedida a veces a sus contratistas quienes sufren, quizás a veces con mas fuerza que los trabajadores internos, la furia y la arrogancia del “mandante” sin importar muchas veces, el corazón mismo del quehacer productivo: las personas.
Aun estamos a años luz de setear nuestra mentes para liderar personas de verdad y estos tiempos son un ejemplo palpable cuyos resultados además, están a la vista. Personas estresadas, colapsadas, viviendo en la incertidumbre de quizás perder su fuente laboral y exponiendo sus vidas frente a la posibilidad real de accidentarse pues, “la mente está en otra”.
Se vienen tiempos complejos, negociaciones colectivas desafiantes, desafíos históricos de productividad y creo que, de la misma manera en que el Maestro respondía a su discípulo en aquella vieja historia Zen, la respuesta esta en nuestras manos, y eso quiere decir, poder foco sincero en las personas pues, jefes, sindicatos y trabajadores son los únicos que nos podrán sacar delante de este verdadero atolladero.