De la misma manera que la obscuridad es ausencia de luz y el miedo es la ausencia de amor, la queja es la ausencia de gratitud. Vivimos un momento en nuestra sociedad en que pareciera que fuésemos presa del miedo, de la desconfianza y de la queja permanente; nos hemos fusionado en la “mala onda” y nos sentimos incompetentes para salir de ese estado. Necesitamos sacudirnos de la negatividad y no sabemos como.
Tuve la oportunidad de dictar un taller en los Estados Unidos y al llegar de vuelta a nuestro país, sentí esa energía que nos “achata”, que nos mantiene en un stress permanente, nos enoja y también nos enferma. Hemos puesto el foco en lo negativo y lo notamos al conducir nuestros autos, al observar los rostros de desesperanza en un vagón del metro o en la furia desatada de descalificaciones e insultos en la redes sociales.
Hemos caído en la queja y no nos percatamos que este espacio de obscuridad emocional no es más que la ausencia desesperada de más amor, más amabilidad y más gratitud. Se nos ha olvidado agradecer y no somos conscientes del poderoso impacto que este noble acto humano tiene en nuestro estado de ánimo.
Y quizás el punto más relevante tiene que ver con el curioso y a la vez magnífico principio que nos sugiere que el mundo es una creación nuestra y por lo tanto, las personas, las circunstancias y los hechos que nos ocurren no son más que un reflejo de lo que nos pasa interiormente. Es por esto que cada juicio que yo emito es finalmente un “auto juicio”, cada perdón es un “auto perdón”, cada crítica es una “autocrítica” y cada queja, es una queja con respeto a nuestras propias carencias. De la misma forma cada acto de generosidad es un acto de generosidad hacia mi mismo, cada expresión de amor es un acto de amor para con nosotros mismos y cada expresión de gratitud es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos.
El punto de inflexión lo debe marcar cada uno de nosotros sencillamente comenzando a agradecer. Haciendo el ejercicio de rescatar los aprendizajes, de re mirar nuestras vidas, nuestras familias, nuestras vidas de pareja y las simples cosas por las cuales debiéramos estar permanentemente agradecidos de la vida y en definitiva, transitar a mayores estados de plenitud y bienestar… hacia aquello que llamamos felicidad.
Necesitamos tener un Chile más amable, más contento, menos agresivo y creo que cada uno de nosotros puede aportar desde su propia vivencia y para ello les propongo tres simples ejercicios diarios:
– Tener siempre la consciencia de que cualquier persona con la cual interactúas durante el día, es una tremenda oportunidad para entregar buenas vibras, es decir, aportar a que esa persona sienta que interactuar contigo fue una experiencia positiva y de esa forma de paso, te auto regalas ese pequeño acto de amor.
– Escribir una lista diaria en la mañana de las 10 cosas por las cuales debieras agradecer a la vida, y leerla… todos los días al iniciar tu jornada y al terminarla.
– Expresar cada vez que te sea posible, tu gratitud a alguien que realmente merezca recibir ese reconocimiento de tu parte aunque sea por detalles insignificantes. Será siempre un acto de gratitud hacia ti mismo.
Que tengan una amable y positiva semana y hagamos carne aquello de no esperar a que el mundo cambie; partamos por nosotros.
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