Los últimos acontecimientos acaecidos en nuestro país en las última semanas, nos han llevado a un nivel generalizado de desconfianza sin precedentes. Penta, Caval y SQM constituyen la trilogía perfecta para el desplome de la credibilidad global en nuestras instituciones; las empresas que nos proveen de servicios diversos, los medios de comunicación y por supuesto nuestras autoridades.
Hoy que escribo este post amparado por la tranquilidad de mi hogar y el descanso del fin de semana, puede ser el momento previo a una debacle de confianza general.
Penta, mostrando el lado más sombrío de nuestro empresariado local; Caval clavando una puñalada en el corazón mismo del discurso anti lucro y de igualdad y SQM, que nos abre un espacio de incertidumbre tremendo respecto a cuan profundo puede haber calado en nuestra sociedad, la perdida absoluta de valores, el “carerajismo” y la indolencia y la ausencia de un genuino interés por construir una sociedad mejor y más inclusiva. Hoy resulta casi natural el pensar que seremos siempre de alguna forma engañados. Engañados al comprar un producto, al contratar un servicio, al solicitar un crédito, al recibir una factura o simplemente al escuchar las explicaciones de tal o cual político frente a lo inusitado de este escenario. No creemos en nada ni en nadie.
De lo que no nos hemos percatado es que esta perdida de confianza puede peligrosamente trasladarse a nuestras organizaciones. Con razón o sin razón podemos vernos envueltos en ambientes de desconfianzas traspasados. Directivos comenzando a mirar con más recelo el actuar de sus pares, escuchando con un oído más critico las directrices de sus superiores y sintiéndose cada día más vulnerables. Equipos de trabajo deteriorados en su conectividad básica y trabajadores cayendo en un estado de alerta y desconfianza con sus jefes y desgraciadamente en una muy mala lectura interpretamos como “falta de motivación”.
Se nos vienen tiempos complejos en los cuales, si no manejamos con estrategias inteligentes este deterioro, esto se verá tarde o temprano reflejado en lo que más nos duele: los resultados; aumento de la accidentabilidad, disminución dramática de la productividad y pérdida de aquello que los antiguos hombres de Recursos humanos denominaban “la moral de los trabajadores”. Es probable que nuestros procesos de negociación sean más duros porque… ¿por qué creerle a “la empresa”? y es probable que nos encontremos ante una escalada de agendas ocultas y suspicacias que solo una buen manejo por parte de los directivos superiores podrá revertir. Son los efectos colaterales de un deterioro explosivo de la confianza ciudadana.
Preparémonos porque se nos vienen tiempos complejos.