Debo aclarar a mis amigos futboleros que mis incursiones en el futbol siempre han sido desde lo que yo sé hacer: llevar a los equipos a un nivel increíble de convicción, autoconfianza y tono emocional a tope. Esto lo he hecho con equipos directivos, equipos de vendedores, y equipos de supervisores, y también con equipos de futbol.
Afortunadamente, siempre con procesos exitosos.
En esa línea, tuve la oportunidad de trabajar con Cobresal para su ascenso en 1993, con Santiago Morning para evitar su descenso en 2023 y con el glorioso Copiapó en su ascenso en 2022, con un histórico 5-0 a Cobreloa en Calama.
Y es que ese es mi trabajo; ¡¡lograr que los objetivos por más difíciles que parezcan de lograr… SE LOGREN!! Por lo tanto, mi análisis de la eliminación de nuestra selección el sábado pasado, va en esa línea.
Una de las cosas que he aprendido en estos procesos futboleros, ha sido el descubrir como nuestro lenguaje y nuestros pensamientos influyen en nuestro tono emocional, debilitando la posibilidad de incrementar la confianza y la convicción. Nuestro tono emocional es más relevante de lo que pensamos. Define el espacio desde el cual se plantean los objetivos y por lo tanto determina la probabilidad de logro. Y es que declarar nuestros propósitos desde el miedo, la inseguridad o la apatía, es la antesala de fracasos estrepitosos. Nuestra confianza se deteriora, nos volvemos erráticos y torpes, poco precisos e inseguros. Nuestra energía irradia negativismo, conectamos con experiencias pasadas (como fue el clarísimo caso del desafortunado Roldan), aparecen las profecías autocumplidas y perdemos foco.
El punto es que, si hubiésemos convertido goles a Perú o en los primeros 20 minutos de Canadá, el actuar del árbitro hubiese pasado a segundo plano. Y la errática actuación de este señor, se yergue entonces como la causa de nuestra desgracia. No nos perdamos.
El punto es que el tono emocional del equipo en general (salvo honrosas excepciones) era de duda, temor y una increíble falta de confianza.
Y es que incluso en los equipos directivos o de vendedores, no bastan las competencias técnicas de los miembros, sino que estas deben ir siempre acompañadas de una actitud de absoluta confianza en el logro de los desafíos, caso contrario nos mantendremos en la ya asfixiante mediocridad de nuestro futbol. Y ese es el desafío de un equipo de alto rendimiento como pretende ser nuestra selección.
Ojalá nuestros dirigentes bajen algún día del pedestal de la complacencia y la resignación y se permitan la compañía de profesionales competentes expertos en llevar a equipos al éxito sea cual sea el área en que desempeñen.
OSCAR CACERES Tu Coach
